Qué es la Inteligencia Emocional



El nuevo concepto de Inteligencia Emocional,  parte de investigaciones  dónde la creencia de una inteligencia única basada en la intelectualidad,  queda relegada por estudios científicos y experimentados en la última década en distintos países y contextos que demuestran que las personas con un alto grado de inteligencia emocional obtienen más éxito en la vida que las personas con alto coeficiente intelectual (CI). 

La inteligencia emocional nos va a permitir  conocer y manejar nuestros propios sentimientos; interpretar o enfrentar los sentimientos de los demás; sentirnos satisfechos y ser eficaces en la vida...
Conocer nuestra vida emocional, saber interpretar las emociones, gestionarlas con eficacia, podrá aportar un mayor control a nuestra conducta y por tanto, como se menciona en La Inteligencia Emocional (Daniel Goleman, 1997)," ... nos ayudará en la toma racional de decisiones, porque las emociones nos orientan en la dirección adecuada para sacar el mejor provecho a las posibilidades que nos ofrece la fría lógica”.

A principios de los 90 John Mayer y Peter Salovey plantearon la teoría de inteligencia emocional, entendida como la capacidad de controlar y regular los sentimientos de uno mismo y de los demás y utilizarlos como vía del pensamiento y la acción. Así mismo, plantearon un modelo de inteligencia emocional que abarca cinco componentes o dimensiones:

1.El conocimiento de las propias emociones, la capacidad de reconocer un sentimiento en el momento en que aparece.

2.La capacidad de controlar las emociones, adecuándose al momento.

3.La capacidad de motivarse uno mismo, autocontrol emocional, capacidad de demorar la gratificación y sofocar la impulsividad. (Modelo del "Estado de Flujo" de Csikszentmihalyi).

4.El reconocimiento de las emociones ajenas (empatía).

5.El control de las relaciones, habilidad para relacionarse con las emociones ajenas, eficacia interpersonal.

Esta inteligencia emocional, que comprende habilidades muy distintas de las académicas, aunque complementarias, la podemos definir como la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, perseverar en el empeño a pesar de las frustraciones, controlar los impulsos, diferir las gratificaciones, conocer y regular nuestros estados de ánimo y emociones, y la capacidad de empatía con los demás.
Sabemos que un alto coeficiente intelectual (CI ) no garantiza el éxito en la vida y que precisamente un alto grado de felicidad y satisfacción en la pareja, con los hijos, amigos, en el trabajo, etc., no dependen exclusivamente del CI sino del conocimiento, desarrollo y uso de otras habilidades, entre ellas las emocionales.
Podríamos decir que la inteligencia emocional es el uso inteligente de las emociones de tal manera que podamos conseguir intencionalmente que nuestras emociones trabajen para nuestro propio beneficio, es decir que nos ayuden a tomar las decisiones más adecuadas en los distintos ámbitos de la vida. Es la habilidad para comprender y dirigir a las personas y actuar sabiamente en las relaciones humanas (Thorndike, 1920).  
Otro de los considerados hallazgos o descubrimientos en el campo del a inteligencia emocional es que esta en su conjunto de habilidades que pueden ser aprendidas y por lo tanto susceptibles de mejora continua. 
Como cita Bizquerra, R. (2003), las recientes aportaciones de la neurociencia han permitido conocer mejor el funcionamiento cerebral de las emociones. Así por ejemplo, saber que las emociones activan respuestas fisiológicas (taquicardia, sudoración, tensión muscular, neurotransmisores,..) que una vez producidas son difíciles de controlar, o que una disminución en el nivel de serotonina puede provocar estados depresivos, aporta datos valiosos para la intervención, y para una mejor comprensión de lo que nos sucede.
Las aportaciones de la psiconeuroinmunología indican como las emociones afectan al sistema inmunitario. Las emociones negativas debilitan las defensas del sistema inmunitario, mientras que las emociones positivas lo refuerzan. Estos trabajos evidencian la relación entre las emociones y la salud.
Las investigaciones sobre el bienestar subjetivo, realizadas por autores como Strack, Argyle, Schwartz, Veenhoven, etc, llegan a la conclusión de que las personas buscan el bienestar subjetivo y entre los factores que favorecen el bienestar subjetivo están las relaciones sociales y la familia, el amor y las relaciones sexuales, la satisfacción profesional, las actividades de tiempo libre, salud, etc. Curiosamente las principales fuentes de bienestar subjetivo coinciden con las causas de conflicto y malestar de las personas. 
Teniendo en cuenta estas evidencias científicas está fundamentada cualquier intervención relacionada con la educación emocional y/o dirigida al desarrollo de las competencias emocionales. Según el informe Delors (UNESCO 1996) concluye que la educación emocional es un complemento indispensable en el desarrollo cognitivo y una herramienta fundamental de prevención, ya que muchos problemas tienen su origen en el ámbito emocional. La educación emocional tiene como objetivo ayudar a las personas a descubrir, conocer y regular sus emociones e incorporarlas a sus competencias.



Una persona con una alta inteligencia emocional  presenta las siguientes características (Vallés, 2001):
  • Socialmente es más equilibrada.
  • Extrovertida.
  • Es feliz.
  • Desarrolla pensamientos positivos sobre el entorno.
  • Se preocupa por la gente y las cosas.
  • Asume responsabilidades.
  • Muestra comprensión por los demás.
  • Se siente satisfecha consigo misma.

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